Pensamientos rumiantes de ritos y sexo

Ilustrado por: Ángel Vargas Quintero.
Instagram: @an.hell_

Autor: Nicolás Méndez Sánchez.

Correo: nicolasmendez@javerianacali.edu.co 

Cuento


 

Haces de luz avanzan sigilosamente generando patrones geométricos sobre la baldosa. “Bienvenida sea”, digo para mis adentros. La atmósfera es de ensueño: la quietud es interrumpida únicamente por el movimiento infinito dentro de un acuario, en un computador de escritorio se reproduce una canción de desamor, las plantas de interior respiran con el vaivén de la brisa caliente. Primera vez que acepto el encuentro con un perfil de Grindr; inevitable no sentir extrañeza del espacio desconocido.

Las sábanas blanquecinas que visten una cama doble se tensan por el peso de nuestros cuerpos. Sentados frente a frente, alimentando con miradas la tensión, pero dejando suficiente espacio entre nosotros como para dar lugar a la práctica espiritista. Acerco el cenicero, Manuel me entrega el porro, le doy una calada profunda. «Por fin conseguí sugar daddy», digo bromeando. Manuel me mira como quien no se siente orgulloso de que lo tenga arrecho alguien 12 años menor.

En su biblioteca esoterismo, dramaturgia y una baraja del Tarot de Marsella. “Sos diferente a tus redes”, le dije. Seguidamente estaba seleccionando nueve cartas con mi mano izquierda. “Tres por el pasado, tres por el presente, tres por el futuro”, dictó mientras desvelaba el número XIII, un esqueleto guadañando un campo de restos humanos. “Una transformación total, de todo tu ser”, me dice. “¿Seguro? No vayas a ser un asesino de maricas”, le contesto pensando en la carta de suicidio firmada que espera mi impulso. “Déjame mostrarte algo”, interrumpe.

A pesar de la rapidez del vehículo, alcanzo a ver a dos motociclistas amantes que escapan de la lluvia tropical bajo un árbol de eucalipto. Tienen el casco puesto, seguro que usándolo de paraguas. «¿A dónde vamos?», le pregunto, pero él no responde. Es curioso, mientras las calles están completamente inundadas, cada vez más devoradas por el trópico, yo no dejo de abanicarme con la portada de este libro de bolsillo. Mientras el afuera es gélido, el adentro es evaporación. Con delicadeza escribo en la ventana empañada: mágico clima cambiante.

Al parecer, para donde vamos las imágenes serán cada vez más tenues, como si estuvieran en un estado de decadencia. “Ahora tenemos que caminar”, dice mientras parquea. Él, con un olor almizcleño, a besos cálidos y semen. Su cuerpo semidesnudo y pezones perforados. Yo erecto, intentando escapar de la tiranía de la ropa interior. Caminando sin ver el camino, su espalda guía cada paso. Su cuerpo particularmente fornido a la luz azul. ¿Anochece o amanece?

Abrimos paso de entre la maleza, haciendo trocha a la marcha. «¿Cuánto hay que subir? No aguanto más», digo derrotado. «Hay que subirlo todo. En la punta de la pirámide esta la promesa de la inmortalidad” me contesta. Al parecer, el camino rocoso, la deshidratación, y la gravedad, son las pruebas y desafíos de la divinidad. Estos sitios místicos no tenían una lógica clara. Yo queriendo transformación, pero el tiempo desacelerando hasta dejarme en estatismo profundo. “Mira, hay dos lunas, una real y la otra ficticia”, “buena señal”, dice señalando un cielo excesivamente estrellado.

Eventualmente la senda dio lugar a un claro, de plantas cespitosas con poca altura. Manuel voltea, me mira, me besa; hacemos el amor. Nuestros músculos se tensan al son de la penetración y los orgasmos llegan sin eyaculación. Cierro los ojos y dejo de ver su mirada en éxtasis para concentrarme en el silencio peculiar, ese que tras la respiración rítmica esconde los secretos del universo. ¿Esto es lo que estábamos buscando? De repente, un fuerte soplido. Cercano, duradero, de tonalidad profunda, dragónica.

Vuelvo en mí con un hocico árido que besa mi mejilla. El claro se llenó de vacas, cientos de ellas. Una empuja a la otra, en una ansiedad voyerista. Gemidos ocultos tras mugidos y yo no puedo parar. Súplicas de violencia y sudor condimentado, yo exprimo con cólera de adicto. ¿Esta es la meta tras los mitos y especulaciones? Subo y subo sin parar. Cenital gran general, mi cuerpo avatar abajo, lejano. Es el desprendimiento a la omnipotencia.