Autora: Ana María Rodríguez Velasco.
Correo: anam05@javerianacali.edu.co
Cuento
Fiona, conocerte a ti fue una de las mejores cosas que me pasó, definitivamente no elegiría haber coincidido en esta vida, o en cualquier otra, con alguien que no fueses tú. Te mantienes neutra y tranquila hasta en los momentos donde cualquiera desafinaría y perdería la cordura. Eres inteligente e independiente, siendo estas cualidades las que me llevaron a cuestionarme cómo pudiste tú, aquella joven, fijarte en mí, y escogerme como tu compañero de vida.
Hubo un antes de ti, un durante y un después. Ojalá conservara aún en mis recuerdos todos esos instantes intactos, pero el lado oscuro de envejecer tiene, como una de sus más grandes consecuencias, olvidar. El Alzheimer fragmenta la memoria, la transforma y la destruye, tengo persistentes saltos entre lagunas y lucidez. Tú, mi amada esposa Fiona, eres mi única constante, mi supervivencia se resume a tu existencia, tú eres el ancla a la que me aferro para vivir esta realidad tormentosa. Cada día parece ser más difícil que el anterior.
El papel y la tinta siempre han sido la vía para desahogarme y expresarme, pero sin duda alguna, las palabras se quedarán cortas aquí al intentar describir mi amor por ti. Diría que recurrir a mi memoria en estos momentos sería irónico, pero cuando se trata de hablar del día en el que te conocí, siempre lo recuerdo como si fuera ayer; tu mirada suave, tu postura erguida y tu presencia destacaron entre la multitud. Solo bastaron unas cuantas palabras en aquel bar de blues para que mi corazón decidiera entregarse por completo.
Fiona, eres diferente, cualquiera que te conoce puede afirmarlo, y aunque hoy en estos días suene muy cliché, así es; eres una mujer enamorada de tu vida, enamorada de ti y de tus pasiones. Me resultaba desafiante tan solo estar a tu lado, yo estaba vacío, no tenía nada que aportarle a esos temas de conversación tan extensos y desconocidos para mí, pero me resultaba hipnotizante escucharte hablar con tanto entusiasmo. En ese entonces yo había abandonado la universidad, no encontraba razón de ser en ese espacio, no le encontraba razón a mi existencia.
Mi relación contigo, sin duda alguna, pasó por altos y bajos, pues al ser tú una persona tan llena de vitalidad y positivismo, muchas veces me resultaba muy difícil seguirte el ritmo. Pero todo fue parte del proceso, cada vez me encontraba más enamorado de ti amada mía, tú que me ponías incómodo para así sacar lo mejor de mí. En un abrir y cerrar de ojos, mis días salieron de la monotonía, aparentemente me había convertido en una especie de persona renovada, me desconocía, tú me transformaste.
Uno de los momentos más lindos que tengo de nosotros es cuando viajamos a este pequeño pueblo…, bueno, se me ha ido el nombre, pero sé que fue un lugar que nos marcó mucho emocionalmente. Con certeza puedo decir que después de este viaje, te propuse matrimonio, ¡qué recuerdo más bello!, el día más feliz de mi vida, tú aceptaste. No sé qué hubiera sido de mí si aquel día hubiera salido mal, porque hoy eres la que me mantiene con vida…
Fue en ese preciso instante cuando José, en medio de su escritura, tuvo otro destello de lucidez, siendo este, lamentablemente, el recuerdo de que su esposa ya había fallecido hace años a raíz de un cáncer de estómago. El dolor inundó a José, pues su confusión era tanta que creía que se estaba volviendo loco, no entendía cómo era posible. José tuvo una crisis nerviosa, y entre lágrimas continuó su escritura, lo que empezó siendo una carta de amor, ahora se transformaría en una despedida hacia sus hijos.
…Me encuentro desconcertado, completamente atónito, ya no está ella, ¿cómo es eso posible?, el amor de mi vida no está conmigo, no encuentro cordura en esta realidad si ella no está. Viví lo suficiente, porque ella me hizo sentir vivo, ¿cómo aprender a vivir sin ella?, no quiero, no soy capaz. Perdónenme, hijos míos, pero esta enfermedad se apoderará de mí completamente a tal punto que mi cuerpo quedará, pero mi mente no. Solo me iré un poco antes, y de manera inesperada. Recuerden que los amo con todo mi corazón, yo estaré bien…, estaré con ella.
Atentamente, José.